Para la Iglesia católica el jubileo ordinario es una celebración que se realiza periódicamente en los intervalos preestablecidos en los que se concede la indulgencia plenaria, mientras que el jubileo extraordinario es proclamado como celebración de un hecho destacado.
El primer jubileo ordinario fue convocado por el Papa Bonifacio VIII en el año 1300, estableciéndose que se celebrarían cada cien años.
En 1350 fue
convocado por el Papa Clemente VI el segundo jubileo, anticipándose en
cincuenta años antes de lo previsto debido a que el pueblo romano fue asolado
por la peste negra y un terremoto, pasando entonces a realizarse cada cincuenta
años.
El tercero se
proclamó en el año 1390, reduciéndose a treinta y tres años la periodicidad, al
tenerse en cuenta la edad de Jesucristo al morir en la cruz.
En el quinto
jubileo se vuelve a cambiar la periodicidad volviéndose a celebrar cada
cincuenta años.
En el año 1475,
nuevamente se retorna a veinticinco años la celebración del jubileo,
periodicidad que siguió en vigencia hasta la actualidad.
El jubileo vigesimoprimero fue decretado y celebrado bajo el papado de León XIII, mediante la bula Properante ad Excitum Saeculo del 11 de mayo de 1899, proclamando el año santo universal para el 1900.
Coincidente con el fin de siglo, fue celebrado con la participación de millones de católicos de todo el mundo, según leemos en el diario “La Época” de Madrid.
En nuestro país la celebración del jubileo pontifico del Papa León XIII y el vigesimoquinto aniversario de su coronación, correspondió a monseñor Antonio Rasore presidir la comisión ejecutiva de homenaje.
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